via La Jornada: Cultura http://ift.tt/1TzOQ2p Quiso ser filósofo, pero ese camino lo condujo a un asunto inconcebible en los cincuentas del siglo XX: el pensamiento de los nahuas históricos. Al escribir La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes (1956) inauguraba una nueva percepción de los pueblos originarios, marcadamente el mexica, y dentro de éste el mundo azteca. Sin exagerar, cierra un largo ciclo de pensamiento colonial (y colonizado) en relación a nuestros pueblos antiguos, iniciado por Bernardino de Sahagún y cerrado por otro cura, Ángel María Garibay Kintana (1892-1967), mentor definitivo de Miguel León-Portilla, a quien conoció en 1953. Pocas ocasiones aparece tan evidente la necesidad de decir: de tal maestro, tal discípulo (véase su Ángel María Garibay: La rueda y el río, 2012, con Patrick Johanson). Al padre Garibay no sólo debemos el portento cultural de León-Portilla; otros discípulos suyos son Sergio Méndez Arceo, Octaviano Valdés y los hermanos Méndez Plancarte.


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